Yo no sé qué es el tiempo aunque ―paradojas de la vida― mi oficio consiste en medirlo. ¿Es, tal vez, ese cosquilleo que noto en la cintura cuando mis granitos de arena se deslizan por su estrechez? ¿O quizá es ese ligero mareo que siento al darme la vuelta? Para mí todo es eterno. Nada se consume; nada se renueva. ¿En qué día vivimos? Ayer es hoy; mañana es hoy. Ahora. Todo se engloba en el instante presente.
Yo no soy lineal pero tampoco soy exactamente cíclica. Diría que soy... instantánea. Es el ya lo que me da vida, lo que conozco. No entiendo de pasados ni de futuros. Soy dueña de los instantes: dueña de su fugacidad aparente; dueña de su eternidad velada. Vamos, una analfabeta temporal de naturaleza primitiva.
Dame el ¡ya!, el ¡ahora! Y nada más. Que de lo otro no comprendo, ni quiero comprender.
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